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  • Writer's pictureMis manos

Algo en común.


Gomer, era conocida como la prostituta de su pueblo, por ser la amante de los hombres mas influyentes de la sociedad, y terminó siendo una simple esclava por la que nadie ofrecía ni una moneda.

La mujer que derramó el perfume a los pies de Jesús, fue etiquetada por un hombre importante en el contexto social y religioso (Fariseo) como una “pecadora”.

La mujer adultera, fue el blanco de todas las miradas, rumores y de las manos preparadas para arrojar piedras.

Los leprosos, a los que nadie se les acercaba, eran excluidos por su comunidad y llevados a lugares lejanos donde morían enfermos y solos.

Moisés, el joven escondido, huérfano, inseguro y tartamudo.

A todos estos personajes, la vergüenza por lo que eran, los acercó a Dios y también a Jesús para cambiar el rumbo de sus vidas; esa vergüenza que los hizo ser gente rota sin restauración, esa vergüenza expuesta en público por los famosos y reconocidos hombres de la época, fue la misma usada por Dios y Jesús para demostrarle a los demás, que sin importar un pasado, un pecado o etiqueta, sus cicatrices, todavía frescas y llenas de dolor, podían ser curadas por su amor.

Gomer fue rescatada con un alto precio por Oseas, quien la amó y le devolvió su valor y seguridad, gracias a una instrucción de Dios.

La mujer que derramó el perfume fue elogiada por Jesús, delante de los Fariseos.

La adultera, fue rescatada por Jesús, su amor le dio una nueva oportunidad de vida.

Los leprosos fueron tocados por Jesús, los sanó esa conexión piel a piel que nadie se atrevía a ofrecer.

Moisés, fue escogido por Dios y confiando en él, le permitió ser el líder de unos de los grupos más tercos, rebeldes y necios de la historia.

En un mundo lleno de gente rota, vacía, herida, desvalorada, rechazada, condenada y etiquetada por la sociedad por sus malas decisiones o pasado, ¿nuestro papel será de restauradores o condenadores?, ¿qué nos hace pensar que nuestros errores son “menos graves” que los de los demás?, ¿puede la gente que está rota tener algo bueno?, ¿tienen algún valor, aun cuando sus actos han sido denigrantes?, ¿merecen ser amados cuando su dignidad parece perdida?

Tanto Gomer, como la adultera, la pecadora, el leproso y Moisés tenían algo en común: todos llevaban impresa en su vida la imagen de Dios; a pesar de que muchos duden y se pregunten ¿cómo alguien tan promiscuo, enfermo y apartado de todo bien moral, ético y espiritual pueda tener algo de Dios en su vida? Pues de la misma forma en que un diamante se cae por una alcantarilla y el dueño hace de todo posible por recogerlo; muy a pesar de que logré sacarlo sucio y con mal olor, el diamante sigue teniendo la misma valía que tenía desde antes que llegara a ese lugar desagradable.

No es el contexto, no es la situación, ni las acciones las que hacen valiosas a las personas, sino lo que hay de Dios en ellas, quiere decir que, NO es su condición lo que determina su valor, por que todo aquél que sabe lo que cuesta su celular, anillo, o billete, seguramente no lo piensa dos veces si le toca meter la mano en el inodoro o en un lugar repugnante para recatarlo; y mi inquietud en el corazón es que todos, en algún momento lo hemos hecho con COSAS pero no con PERSONAS.

Todo desprecio, maltrato, rechazo y humillación a lo creado, se convierten en acciones directas contra su creador, no puedes decir que amas a Dios y que puedes ver su amor en la creación o el reflejo de su gloria en todo a tu alrededor, si destruyes con tus palabras y acciones lo creado.

¿Quiénes son esos leprosos de hoy en día a quienes está mal visto acercarnos?

¿Quién esa Gomer, a quien nadie le da el valor?

¿Quién ese ese inseguro, temeroso y rechazado de la familia que no merece otra oportunidad?

¿Quién es esa o ese personaje de los que muchos se han aprovechado para exponer su vida, comentando y generando chismes?

Querido lector, cuando amamos a Gomer, cuando tocamos al leproso, caminamos junto a la adultera y ayudamos a sanar el inseguro, estamos amando a Dios.

Quizá no todos sanen sus heridas, fracasos, pasados y malas decisiones en la misma proporción o a la misma velocidad, pero mientras lo hacen, nosotros, quienes debemos estar a su lado, podemos recibir de ellos y de sus momentos más oscuros algo para nuestras vidas, el mismo Jesús, en su peor y mas doloroso momento, nos dio el mejor regaló de amor de la historia.

Todos en algún momento hemos sentido miedo a que nos conozcan con nuestros errores, vergüenza o vulnerabilidad, todos de alguna manera tenemos algo roto en nuestra vida y todos en algún momento hemos necesitado de alguien que vea ese valor que muchos han empolvado y ensuciado con juicios y acusaciones.

Y si tal vez en este momento tu no estás en el papel de restaurador, sino que hoy eres esa Gomer, a lo mejor el leproso o el tartamudo inseguro e impedido; déjame recordarte que antes de tu mala decisión, antes de tus errores, antes de estar en la barriga de tu mamá, antes de nacer, ya estabas coronado o coronada de la imagen y el reflejo de Dios…

¡Eso te hace valioso!


Si nunca llegas a leer toda la historia de Gomer, aquí te dejo su final. Una historia que no termina “perfecta” , que puede que no sea la más famosa para hablar de relaciones y matrimonios ejemplares, pero que muestra el poder del amor que rescata, perdona, restaura, cura y nos libera de la esclavitud.

Cuenta Oseas…

“Compré entonces a esa mujer (Gomer otra vez prostituida y siendo esclava) por quince monedas de plata y una carga y media de cebada (un valor que nadie estaba dispuesto a pagar por una mujer con esas características en esa época) y le dije: “Vas a vivir conmigo mucho tiempo, pero sin prostituirte. (sin volver a su pasado) No tendrás relaciones sexuales con ningún otro hombre. ¡Ni yo te voy a tocar!” (restauración)

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